En esta columna de opinión se destaca la necesidad de mantener conectividad aérea y una terminal low-cost.
Escribe Fernando Straface, Secretario General y de Relaciones Internacionales de la Ciudad de Buenos Aires
De acuerdo a un estudio global del Air Transport Action Group (2015), un 10% de incremento en la conectividad aérea de un país resulta en un crecimiento del 0.5 en el producto bruto per cápita de esa nación.
La pandemia sumió a la industria de la aviación y al turismo en la peor crisis de su historia. Según la OCDE, con grandes diferencias entre sí en la gestión de la emergencia sanitaria, países como los Estados Unidos, Suecia, Australia, Italia, Francia, Brasil, Nueva Zelanda, Israel o Noruega trabajan con aeropuertos y aerolíneas para adaptar los viajes a nuevos protocolos de seguridad, mientras estiman que la recuperación del sector llevará por lo menos dos años.
Los efectos del shock de la industria de la aviación se sienten ya en la economía global. El transporte aéreo genera 65,5 millones de empleos directos e indirectos y aporta unos US$ 2,7 mil millones a la economía mundial. Además, transporta el 35% del valor del comercio mundial; y el 57% de los turistas a nivel mundial se mueve por vía aérea. Y según estimaciones de la Organización Mundial del Turismo, las pérdidas provocadas por el coronavirus podrían ascender a US$ 900 mil millones.
Por eso su reactivación es crítica. Según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), desde que comenzó el COVID-19, los gobiernos han apoyado a la industria de la aviación con unos US$ 130.000 millones: la mitad de esa cifra proviene de los Estados Unidos y un gran porcentaje de Europa, donde se destaca el salvataje del gobierno alemán a Lufhtansa.
Anticipando el verano europeo, España, Italia, Alemania y Francia trabajaron protocolos conjuntos para habilitar vuelos internacionales entre los destinos sin necesidad de realizar cuarentenas recíprocas. Son los llamados “corredores seguros” o “travel bubbles” que también establecieron los países bálticos.
La pandemia llegó a la Argentina tras un año récord en materia de turismo internacional: en 2019 arribaron al país 7,5 millones de turistas extranjeros, uno cada 5 segundos. La mayoría provino de Brasil (20%), Chile (15%), Europa (14%), Paraguay (12%), Uruguay (11%) aunque también habían comenzado a crecer nuevos mercados, como Estados Unidos y Canadá (8%). La Ciudad de Buenos Aires también había logrado un récord, con 2,9 millones de turistas internacionales que dejaron ingresos por USD 1.839 millones.
Antes de la pandemia, y gracias a la política de conectividad aérea, la Argentina tenía vuelos directos con 50 ciudades internacionales, 35 compañías aéreas operando en el país con una frecuencia de 733 vuelos internacionales semanales y unos 58.000 vuelos de cabotaje anuales. Entre 2016 y 2019, se invirtieron U$S 116 millones en los aeropuertos, se crearon nuevos como El Palomar y La Rioja, y se modernizaron los de Ezeiza, Ciudad de Córdoba, Comodoro Rivadavia, Puerto Iguazú, Mendoza y Salta.
Estos datos evidencian la importancia de este sector para el desarrollo de nuestro país. Si bien la magnitud de la crisis es global, es clave articular un plan de recuperación en conjunto con el sector que brinde un horizonte gradual de apertura de las fronteras nacionales e internacionales. La salida –por motivos diversos en cada caso y una combinación de factores globales y locales– de Latam, Air New Zealand, Qatar Airways y Emirates supone miles de empleos que no se recuperarán en el corto plazo y una mala noticia para la conectividad de la Argentina. El país sale de la pandemia menos conectado al mundo.
A ello se suma la reciente disputa por el posible cierre del aeropuerto internacional El Palomar, que también es clave para reactivar el turismo nacional. En 2018 440 mil argentinos volaron en avión por primera vez, lo que significó un récord absoluto para la industria en el país y generó más turismo local. La experiencia internacional muestra claramente que la puesta en marcha del turismo comienza a nivel local, con viajes más cercanos y estadías más largas.
A su vez, la conectividad y los viajes internacionales son un indicador de confianza entre naciones. Por eso, frente a la crisis, es clave comenzar a trabajar en una estrategia de corredores seguros con los principales países y operadores privados de América Latina, que son los que primero volverán a nuestro país, ya sea por turismo o por negocios.
La Argentina regresa de manera muy selectiva a la actividad aerocomercial, pero todavía no proyecta un horizonte claro de reinicio de la actividad a nivel local, regional y global. Mientras tanto, otros países de la región se adelantan en la puesta en marcha (Uruguay, Brasil, Ecuador, Chile y Perú). El cierre indefinido de fronteras internacionales afectará las posibilidades de desarrollo de nuestro país.
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