Conservar los ecosistemas subterráneos, un tesoro natural oculto

Más de 50.000 especies viven exclusivamente bajo tierra, donde cumplen funciones clave para el planeta como la regulación del ciclo del carbono, la mitigación de gases de efecto invernadero y la provisión de agua dulce.

Raquel Colado Manero, Investigadora postdoctoral en Fisiología, Ecología y Conservación de la fauna subterránea, Universidad de Murcia; David Sánchez-Fernández, Investigador Ramón y Cajal, Universidad de Murcia; Jorge Plaza Buendía, Investigador predoctoral en el campo de la ecología, Universidad de Murcia; Josefa Velasco García, Catedrática de Ecología, especialista en ecosistemas acuáticos continentales, Universidad de Murcia, y Susana Pallarés Párraga, Investigadora postdoctoral en Ecología, Universidad de Murcia, España.

El medio subterráneo ha sido refugio para muchas especies durante épocas desfavorables de la Tierra, como periodos glaciares o de aridez global. Este entorno, que abarca cuevas, redes de fisuras y grietas, constituye aproximadamente el 20 % de la superficie del planeta. Sin embargo, las condiciones bajo tierra, caracterizadas por la ausencia de luz, una extremada estabilidad ambiental y escasez de recursos energéticos, suponen un importante desafío para el desarrollo de la vida.

Para sobrevivir en este medio, las especies subterráneas han desarrollado adaptaciones a lo largo de millones de años de evolución. Algunos ejemplos son la reducción o incluso la pérdida de los ojos, la despigmentación, la pérdida de las alas y alargamiento de los apéndices corporales (en el caso de insectos), cambios en el tamaño y forma del cuerpo, la modificación de sus ritmos y ciclos biológicos y la reducción general en las tasas metabólicas y reproductivas.

Estas características generalmente van asociadas a una escasa capacidad de las criaturas de vida lenta para adaptarse a cambios en las condiciones ambientales.

¿Por qué es tan valioso el medio subterráneo?

Se estima que más de 50 000 especies viven exclusivamente en ecosistemas subterráneos, aunque todavía continúan descubriéndose nuevas especies a un ritmo excepcional.

Muchas de estas especies son microendemismos, es decir, su distribución geográfica está restringida a solo una o unas pocas cuevas próximas. Bajo nuestros pies se esconde, por tanto, un desconocido pero valioso patrimonio natural.

Arácnido Neobisium vasconicum vasconicum en la cueva de Mendikute (Albiztur, Guipúzcoa, España). Jorge Plaza Buendía

Además de su importancia biológica, los ecosistemas subterráneos desempeñan funciones vitales para el equilibrio de los ecosistemas terrestres y el bienestar humano.

Algunos de los servicios ecosistémicos clave que proporcionan incluyen la regulación del ciclo del carbono y mitigación de gases de efecto invernadero, la provisión de agua dulce a través de la recarga de acuíferos (de la que dependen más del 50 % de los ecosistemas superficiales) y el mantenimiento de la biodiversidad vegetal y la agricultura a través de la polinización por los murciélagos.

Además, los ecosistemas subterráneos y su biodiversidad tienen un enorme potencial biomimético para inspirar el desarrollo de aplicaciones en biomedicina, diseños industriales y soluciones tecnológicas.

Por ejemplo, el uso de vórtices de aire como forma de comunicación a corta distancia se ha inspirado en una especie de grillo cavernícola africano y la fabricación de adhesivos tisulares en las trampas de seda tejidas por insectos subterráneos. Estos ejemplos ilustran el potencial innovador y científico que los ecosistemas subterráneos ofrecen para abordar desafíos globales y mejorar nuestra comprensión de la naturaleza.

Pistas sobre los efectos del cambio climático

El medio subterráneo también puede considerarse un laboratorio natural en el que estudiar los efectos del cambio climático sobre la biodiversidad. Las condiciones ambientales tan estables lo convierten en un ambiente ideal para realizar predicciones sobre la vulnerabilidad de las especies a cambios ambientales.

Escarabajo Speocharidius breuili en la cueva de Mendikute (Albiztur, Guipúzcoa, España). Antonio José García-Meseguer

En la península ibérica se ha estudiado la capacidad de varias especies de invertebrados subterráneos para hacer frente al aumento de temperatura.

Estos estudios han demostrado que las especies más especializadas al medio subterráneo profundo tienen límites de tolerancia al calor más bajos y menos capacidad de aclimatación térmica que sus parientes menos especializados que viven en zonas más conectadas con la superficie.

Esta información, combinada con una estima de los cambios ambientales esperados en las localidades donde las especies viven actualmente, es fundamental para identificar las especies o poblaciones que se encuentran en mayor riesgo en un contexto de cambio climático y contribuirá a preservar este frágil y valioso componente de la biodiversidad.

Ecosistemas desprotegidos

A pesar de su importancia, los hábitats subterráneos y sus especies son de los más desconocidos y desprotegidos del planeta. Aunque se podría pensar que su ubicación bajo tierra los mantiene a salvo, están directamente conectados con la superficie y enfrentan numerosas amenazas antrópicas, como la explotación de recursos geológicos, la construcción de infraestructuras, la contaminación y sobreexplotación de acuíferos, la introducción de especies exóticas y los efectos del cambio climático, entre otras.

Lamentablemente, este escenario está desencadenando un claro proceso de pérdida de biodiversidad subterránea.

El año 2021 fue declarado el Año Internacional de las Cuevas y Karst para destacar la urgencia de proteger estos hábitats. Sin embargo, solo el 6,9 % de los ecosistemas subterráneos conocidos se encuentran bajo áreas protegidas a nivel mundial, la mayoría establecidas con el objetivo de preservar los hábitats y especies de la superficie.

Recientemente se ha demostrado que en regiones que albergan una extraordinaria biodiversidad subterránea, como los Pirineos y los Alpes, una alarmante parte de estas especies están fuera de las áreas protegidas.

Además, gran parte de estos hábitats son inaccesibles para los humanos y no están cartografiados ni estudiados en su totalidad. Por tanto, existe una necesidad urgente de mejorar nuestro conocimiento sobre los ecosistemas subterráneos para que su conservación sea realmente efectiva.

A pesar del desconocimiento y las incertidumbres inherentes a unos ambientes tan particulares e inaccesibles como estos, es necesario establecer principios y criterios para la conservación de la biodiversidad subterránea, elaborando inventarios taxonómicos, detectando puntos calientes de biodiversidad y reconociendo áreas de alto valor de conservación que contengan especies únicas y amenazadas.

En resumen, debemos recordar que, a veces, “lo esencial es invisible a los ojos” y que conviene darle a estos ecosistemas que se esconden bajo nuestros pies la importancia que merecen en agendas y estrategias globales de conservación de la biodiversidad y cambio climático.

Foto de apertura: Cueva de Mendukilo (Navarra, España). Jorge Plaza Buendía, CC BY-SA. Esta nota fue preparada por The Conversation.