Ese árbol originario de la Argentina y de Paraguay se adaptó muy bien al clima de la capital portuguesa y la transforma durante cada primavera, tiñendo sus calles de azul y atrayendo turistas de toda Europa.
Cada año, en mayo y a principios de junio, muchas calles de Lisboa cambian de color. Como lo dicen las letras de una famosa canción de María Elena Wash, “Al este y al oeste, Llueve y lloverá, Una flor y otra flor celeste, Del jacarandá“. Estos árboles fueron introducidos a principios del siglo XIX en Portugal y encontraron en Lisboa un clima ideal para prosperar y cobrar toda su magnificencia, tal como lo hacen en Buenos Aires y otras ciudades argentinas y en Paraguay.
Los primeros árboles fueron importados desde el sur de Brasil. Además, cuando la corte y la familia real tuvo que exiliarse a Rio de Janeiro durante los años de las guerras napoleónicas, el azul claro de las flores recordaba el color de la monarquía y fue considerado como una señal de lealtad a María de Bragança y João VI.
Los primeros jacarandas importados a Portugal prosperaron gracias a los cuidados de Félix Avelar Botero, que los portugueses consideran como el fundador de la Botánica en su país. Tenía la costumbre de regalar semillas y muy pronto esos árboles fueron comunes en todo el Reino de Portugal y los barrios de su capital.
La Municipalidad de la ciudad presta un especial cuidado a sus jacarandas y sigue plantando nuevos árboles, porque se convirtieron en un importante promotor del turismo, en primavera. Muchos turistas realizan viajes de fines de semana o escapadas solamente para disfrutar de sus vistas y sacar fotos vistosas que se comparten de a miles en las redes sociales.
La Plaza del Rossio y las calles alrededor de la glorieta del Marqués de Pombal, son especialmente fotogénicos y suelen concentrar las visitas en la época de floración. La imagen de un tranvía amarillo, típico de Lisboa, bajo un techo de ramas azules, se ha convertido en una de las postales más habituales de la capital portuguesa.
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