La evolución natural de las formas de vida en la Tierra es un fenómeno lento y gradual que puede tardar millones de años. Sin embargo, en algunos momentos puntuales, es un proceso que se acelera mucho y los cambios son notables en tan solo unas generaciones. Es el caso de la evolución que muestran los elefantes en el Parque Nacional de Gorongosa (Mozambique), que nacen sin colmillos de marfil con cada mayor frecuencia.
¿Vamos a poder considerar que muy pronto habrá una nueva especie de elefantes sin colmillos de marfil en África? En algún lugar del sur de África las poblaciones de elefantes muestran este cambio con cada vez mayor frecuencia. Y es un fenómeno que se creó para responder a la depredación humana y el peligro de la caza furtiva. Este cambio es una muestra muy sorprendente y rapidísima del complejo y lento proceso de la selección natural y de la evolución de las especies.
La selección natural es un mecanismo fundamental de la evolución que fue descrito por primera vez por Charles Darwin en el siglo XIX. Este proceso se basa en varios principios clave. En primer lugar, en toda población de seres vivos existen variaciones entre los individuos. Estas variaciones pueden surgir como resultado de errores en la replicación del ADN, dando lugar a cambios genéticos aleatorios. Estos cambios, ya sean beneficiosos, neutros o perjudiciales, son esenciales porque se transmiten a la descendencia, que hereda las características de sus progenitores. En un entorno determinado, ciertos rasgos pueden dar ventaja a los individuos. Estos individuos tienen más posibilidades de sobrevivir y reproducirse para transmitir sus rasgos ventajosos a la siguiente generación. Con el tiempo, estos rasgos favorables se hacen más frecuentes en la población. De este modo, la selección natural actúa como un proceso dinámico que favorece las características beneficiosas para la supervivencia y la reproducción, lo que permite a las especies adaptarse continuamente a su entorno.
Sin embargo, la evolución suele considerarse un proceso lento que tiene lugar a lo largo de muchas generaciones, con pequeños cambios que se acumulan con el tiempo, a menudo demasiado sutiles para ser percibidos en una sola vida humana. Sin embargo, en situaciones excepcionales, los efectos de la selección natural pueden hacerse patentes en apenas unos años. Esto es precisamente lo que ha ocurrido con los elefantes de Mozambique.

El impacto de la guerra civil en los elefantes de Gorongosa
Entre 1977 y 1992, Mozambique fue devastado por una guerra civil marxista que causó la muerte de casi un millón de personas y un acusado descenso de la biodiversidad en la región. El Parque Nacional de Gorongosa, antaño rico en vida salvaje, sufrió pérdidas dramáticas de sus poblaciones animales, sobre todo de elefantes. Los elefantes eran cazados por su marfil, que podía venderse en el mercado negro para financiar a las grupos terroristas. Las consecuencias fueron devastadoras: la población de elefantes se redujo en más de un 90% durante este periodo.
Sin embargo, este difícil periodo también habrá allanado el camino para un rápido cambio. Un estudio publicado en 2021 reveló que el número de elefantes hembra nacidos sin colmillos había aumentado considerablemente. Antes de la guerra, solo el 18,5 % de las hembras de elefante no tenían marfil; después del conflicto, esta cifra aumentó al 50,9 %.
Este fenómeno puede explicarse simplemente por el proceso de selección natural. Los elefantes sin colmillos tenían más posibilidades de sobrevivir. Y por una buena razón: al no tener marfil, no eran objetivo de los cazadores furtivos, lo que significaba que podían vivir más y reproducirse. Por tanto, estos elefantes sin colmillos tenían la oportunidad de transmitir sus genes a sus descendientes. Como resultado, la proporción de elefantes sin colmillos en la población aumentó rápidamente.
Más allá del ejemplo de los elefantes de Gorongosa, otras especies también han experimentado una rápida evolución en respuesta a las presiones ejercidas por la actividad humana. Por ejemplo, ciertas poblaciones de polillas urbanas han desarrollado una pigmentación más oscura para camuflarse mejor en superficies contaminadas, fenómeno conocido como melanismo industrial. Del mismo modo, algunos peces han evolucionado para resistir a las sustancias tóxicas presentes en el agua contaminada por el hombre, y las bacterias han adquirido resistencia a los antibióticos en un tiempo récord.
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