The Last Chance Tourism es una práctica que se acrecentó con los rápidos cambios que ocurren actualmente en nuestro planeta. Es una moda doblemente preocupante: porque agrava la situación y la supervivencia de sitios ya debilitados, y porque pone en peligro la vida de los viajeros más extremistas.
Visitar los tesoros de la naturaleza antes de que desaparezcan… El “turismo de última oportunidad” (o Last Chance Tourism) no tiene nada de cínico: visitar ecosistemas frágiles y amenazados a medio plazo por el calentamiento global podría acelerar su desaparición. Y sin embargo, según un artículo del New York Times del 4 de septiembre, es más popular que nunca.
El diario estadounidense toma el ejemplo de los glaciares y explica que “los expertos afirman que, a medida que suben las temperaturas, el retroceso y la desaparición de los glaciares ha popularizado una nueva forma de turismo de aventura llamada ‘turismo de última oportunidad’”. Los viajeros cruzan el mundo para ver por sí mismos un glaciar amenazado de extinción a medio plazo. Como resultado, medio millón de personas acuden cada año a Islandia para realizar excursiones por los glaciares, según explica al New York Times Elin Sigurveig Sigurdardottir, jefa de operaciones de Icelandic Mountain Guides, una agencia que organiza excursiones por los glaciares.
Popularizadas por las redes sociales, las cuevas de hielo de Islandia se han ganado el apodo de “minas de oro” por parte de los guías islandeses, según informa el New York Times. Las visitas a estas cuevas, que solían ser más habituales en invierno, se organizan ahora en verano, ya que las temperaturas siguen subiendo. El calor extremo puede desestabilizar las características de las cuevas de hielo y hacerlas inestables.
Viajes de la última oportunidad, ¿viajes peligrosos?
Las agencias de viajes islandesas trabajan ahora en el desarrollo de estrategias de adaptación para mantener el turismo glaciar. Entre estas estrategias: “a veces se colocan mantas aislantes en la superficie de un glaciar para reducir el ritmo de deshielo, sobre todo cerca de las cuevas de hielo”, afirma el New York Times.
Más allá de las consecuencias para el propio ecosistema, el turismo de última hora tampoco está exento de peligros para los viajeros: el mes pasado, tras el derrumbe de un arco helado en una cueva de hielo islandesa, un turista estadounidense murió y su acompañante resultó herido. “Este es un ejemplo de las consecuencias que el cambio climático puede tener en el turismo de glaciares”, explica Emmanuel Salim, profesor adjunto de Geografía en la Universidad de Toulouse, en las columnas del New York Times.
El retroceso de los glaciares no está exento de riesgos: “el aumento del agua de deshielo puede hacer que estas formaciones sean más susceptibles de derrumbarse. La morrena de un glaciar, la acumulación de rocas y tierra que deja a su paso, también puede volverse inestable cuando el hielo se derrite, provocando desprendimientos de rocas o peligrosos corrimientos de tierra”.
Cuantos más visitantes haya, mayor será el riesgo de accidentes. Johannes Theodorus Welling, investigador postdoctoral en turismo glaciar de la Universidad de Islandia, señala que, aunque los guías turísticos suelen evaluar el estado de los glaciares basándose en su propia experiencia, “pueden producirse fenómenos emergentes que nunca han ocurrido en el pasado”, lo que dificulta tales previsiones.
“Hay más aficionados a las actividades al aire libre, pero los glaciares también son más inestables que antes”, confirma Trevor Kreznar, director general de Exit Glacier Guides, en el Parque Nacional de los Fiordos de Kenai, en Alaska. “Si simplemente hubiera más aficionados pero los glaciares siguieran igual que en los años 80, no sería un problema tan grave”.
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